La agencia AFP da cuenta de una noticia que nos retrae a los años negros de la imposición de un comunismo absurdo y criminal en Camboya que produjo, según las diversas fuentes, casi dos millones de muertos por hambre, ejecuciones o trabajos forzados.
El carcelero de los jemeres, Kaing Guek Eav "Duch", detenido en su país y que se enfrenta a un juicio por el genocidio de Camboya de los años 70, ha sido enviado a uno de los más famosos campos de exterminio, Choeung Ek, organizados para asegurar la pureza del comunismo en el país. Allí tendrá oportunidad de recordar los crímenes contra la humanidad cometidos en esas fechas por él y sus compañeros de ideología. En ese campo murieron más 16.000 personas, muchas de las cuales fueron enterradas allí, en lo que ahora es una atracción turística.
Además de los muertos es necesario recordar que para imponer su versión del comunismo las ciudadades fueron evacuadas y sus habitantes enviados a granjas en las que murieron de hambre por falta de medios y alimentos se cerraron las escuelas, se prohibió la religión y las clases sociales más educadas fueron destinadas al exterminio.
Es una alegría que a pesar de tanto dolor ocasionado de vez en cuando se puede hacer justicia con los asesinos de este tipo.
Camboya sigue sin ser un país del primer mundo, pero al menos ahora su población puede intentarlo sin la locura de unos personajes que se creyeron los inventores de una nueva forma de sociedad donde las personas no contaban, solo la ideología.
El carcelero de los jemeres, Kaing Guek Eav "Duch", detenido en su país y que se enfrenta a un juicio por el genocidio de Camboya de los años 70, ha sido enviado a uno de los más famosos campos de exterminio, Choeung Ek, organizados para asegurar la pureza del comunismo en el país. Allí tendrá oportunidad de recordar los crímenes contra la humanidad cometidos en esas fechas por él y sus compañeros de ideología. En ese campo murieron más 16.000 personas, muchas de las cuales fueron enterradas allí, en lo que ahora es una atracción turística.
Además de los muertos es necesario recordar que para imponer su versión del comunismo las ciudadades fueron evacuadas y sus habitantes enviados a granjas en las que murieron de hambre por falta de medios y alimentos se cerraron las escuelas, se prohibió la religión y las clases sociales más educadas fueron destinadas al exterminio.
Es una alegría que a pesar de tanto dolor ocasionado de vez en cuando se puede hacer justicia con los asesinos de este tipo.
Camboya sigue sin ser un país del primer mundo, pero al menos ahora su población puede intentarlo sin la locura de unos personajes que se creyeron los inventores de una nueva forma de sociedad donde las personas no contaban, solo la ideología.
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